domingo, 20 de febrero de 2011

Aquí se viene a sufrir

Es una conclusión dura y hace que muchas personas se replanteen todo el esfuerzo que llevan a cabo por la mejora de las condiciones de vida de los perros de caza en nuestro país. Yo lo ví claro hace ya bastante tiempo, y es algo que debe saber todo el que se acerca de una manera u otra a este mundo. Aquí se viene a sufrir...
Por cada satisfacción que te puedas dar viendo como se ha podido salvar un animal, o como se ha adoptado un perrín al que viste en la calle rebuscando en la basura, habrá muchas decepciones, fracasos y frustraciones a las que hacer frente. Si hacemos un balance sencillo, los buenos momentos siempre nos los darán los animales y las personas de buen corazón, y los malos momentos los mismos de siempre. 
Con el paso del tiempo, y habiendo visto ya casi de todo, poco a poco y de forma inevitable nos vamos haciendo más duros, más impermeables al dolor. Desgraciadamente es así, es un mecanismo de defensa de nuestra mente. 
El año pasado, creo que por estas fechas o algo antes, cayo una gran nevada en La Mancha. No os podeis imaginar lo que disfrutamos con nuestra jauría particular jugando en la nieve ese día, habría como veinte centímetros de espesor, era domingo y estuvo toda la tarde nevando más y más.  Esa noche, cuando salí de casa a tirar la basura en medio de la ventisca me topé con una de esas escenas que uno no es capaz de olvidar. Por la carretera de enfrente de casa, justo cuando salía, como una sombra, pasaba una galguita blanca y barcina, con la nieve casi por las rodillas y corriendo hacía ninguna parte. Calada de agua y hielo, trotaba sin dirección sumando a su ya desgraciada vida, la mala fortuna de ser abandonada el día de la gran nevada... Tras más de dos horas de intentar en vano ayudarla, nos fuimos a casa con la única satisfacción de que habíamos conseguido que no se metiera en la autovía que cruzó y donde hubiera encontrado la muerte en esa misma noche blanca. Nos fuimos casi satisfechos de que hubiéramos conseguido que se metiera en el casco urbano de la ciudad y allí , su instinto se supervivencia le daría alguna oportunidad. Nunca volvimos a saber de ella.
Hay un mecanismo interior, que te hace no darle más vueltas al asunto y tratar de pensar que es posible que haya habido un final feliz, aunque a ti se te escape en ese momento. Es como un límite a la capacidad de sufrir o comerte la cabeza, hay un momento que tu mente dice basta y se auto-protege.
Sin embargo, y a pesar de que cada vez nos vayamos haciendo más duros, si estas cosas nos dejan de remover por dentro, si podemos pasar de ellas y no hacer nada, si nos dejan de dar la vuelta al estómago... es mejor que pongamos tierra de por medio, que lo dejemos, que nos dediquemos a otra cosa. 
Esto pensé yo el pasado jueves cuando tras una mañana realmente agradable me disponía a coger el coche para irme a donde tenía pensado comer. Allí estaba para darle la vuelta a mi día, para enseñarme que aquí se viene a sufrir...

El Guadiana y la traílla



3 comentarios:

  1. tienes toda la razón,yo creo que los que sufrimos tanto con esto debemos saber controlarlo porque sino acabaremos por volvernos locos..

    ResponderEliminar
  2. si estoy de acuerdo, pero controlarlo es muy dificil, no creeis?
    me encantó la entrada Peralvin

    ResponderEliminar
  3. Se avecina una noche infernal de frió, viento y temperaturas heladoras, yo se que un galgo va de aquí para allá sin saber donde enroscarse a descansar.
    ¿Como hago yo para quitármelo de la cabeza y poder dormir como si nada?
    Lo siento, no lo puedo evitar, se me espera otra noche en vela pensando ¿donde estará? y ¿porqué me tiene que afectar tanto esto, si hay gente que está durmiendo a pierna suelta? pues porque yo siento así y esto no lo puedo cambiar.
    ¿Donde iría a parar esa galguita que visteis que iba a ninguna parte?
    Solo ella lo sabrá.
    Que tristeza más grande!!

    ResponderEliminar